APRENDIENDO A VIVIR SIN AZÚCAR

Por: Ana Lucía Orantes

Éste año ha sido bien complicado para las tres el poder estar constantes en el blog, realmente entre tanto trabajo, estrés, estudios y demás, pareciera imposible tomarse un momento para sentarse, pensar y escribir sobre el día a día, pareciera fácil más no lo es.

No quería que se terminara el mes sin poder compartir con todas las personas que nos leen.

Recuerdo que cuando era niña mi mamá mantenía dulces, los colocaba en lo más alto de los gabinetes para que nosotras no pudiésemos alcanzarlos, ella escogía los días y racionalizar las porciones, yo era una niña muy inquieta y AMABA el azúcar, así que colocaba dos bancos para poder llegar a la parte media del gabinete, cuando estaba en esa parte subia uno de los bancos y trepaba a lo más alto del gabinete para poder alcanzar esa bolsa de dulces y chocolates, Marilú como toda buena hermana mayor me echaba aguas como comúnmente le decimos en Guatemala, muchas veces mi mamá me sorprendía y regañaba. Como vió que no funcionaba eso para alejarme de los dulces optó por esconder lo dulces en otro lado, pero su hija descubrió ese escondite secreto y heme allí, debajo de su cama comiendo de nuevo, en fin, ni mi mamá ni mi papá aún con todos sus esfuerzos pudieron impedir que yo dejara de comer dulces y chocolates.

Es muy bien sabido que yo AMO, pero realmente AMO, los chocolates y dulces, no importaba si un día fuese malo, un chocolate lo arreglaba todo.

Imaginen mi tristeza y frustración cuando en junio del año 2014 el doctor me dice: Mija, tenes un reflujo gástrico bastante severo, además tenés gastritis, así que necesito que cambies tus hábitos alimenticios, porque estás muy joven para padecer esto”, a pesar de lo mal que me sentía, aún le pregunte ¿eso incluye eliminar el chocolate de mi día a día? imaginen ustedes la cara del doctor.

Fue en ese tiempo cuando empezó todo esto, de repente la vida me cambió y todo lo que amaba comer me era arrebatado, era prohibido porque me estaba haciendo muy mal a mi salud, de todo lo que no podía comer, lo que más me dolía eran mis amados postres, dulces y chocolates.

No voy a contarles como han sido estos dos años, no quiero aburrirlos con eso, pero quiero contarles cómo he manejado este proceso y como me ha funcionado a mi, en esta travesía de cambiar hábitos viejos por nuevos.

  1. Un día a la vez y un cambio a la vez: no hagamos cambios repentinos y drásticos, establezcamos metas cortas, diarias y pequeñas, a mi me toco hacerlo todo de un solo y varios cambios a la vez y por experiencia propia les digo, NO ES FÁCIL DE ESA MANERA, por eso yo les recomiendo ir poco a poco, si queremos orar más, tomar más agua, etc, establezcamos metas cortas, 5 minutos más, un vaso de agua más, y así sucesivamente hasta que lleguemos a lo que nosotros queremos.
  2. Informarse: cuando queremos dejar un viejo hábito no hay nada mejor que saber por qué lo estamos dejando, cuando estemos convencidos que no es bueno para nosotros será más fácil dejarlo, busquemos información, hablemos con expertos del tema, leamos y escuchemos testimonios de otros, quizás ellos pueden decir cosas que a nosotros nos sirvan para cambiar ese hábito, no todo nos puede funcionar a nosotros
  3. Busquemos un acompañante: cuando yo llegue muy triste a mi casa, mi hermana Marilú llegó al otro día con un pachón nuevo, en él estaba una notita que decía, “para que empecemos juntas este proceso”, y ella ha sido mi aliada en estos dos años, cuando quiero comer algo que no me hace bien, me mira y me dice “Ana”, las dos comíamos las mismas verduras, las dos dejamos de comer frituras, etc, etc, y eso lo hizo más fácil para mi, el no sentirme sola y el saber que alguien también estaba cambiando sus hábitos.
  4. Nunca nos comparemos con nadie: cada persona es muy diferente y hay quienes son más disciplinadas o no les puede gustar tanto algo como a nosotros, esto mismo me pasó con Marilú, para ella fue muy fácil dejar todo lo dulce porque nunca ha sentido la fascinación que siento yo por ellos, y cuando miraba que para ella era tan fácil dejar de comerlo me sentía frustrada y pensaba que nunca iba a poder, lo cual es un error, somos diferentes y tenemos que aprender a aceptarnos tal cual somos, quizás nos cueste más o menos que a los demás, pero cada uno lleva su propio ritmo y lo importante es saber que lo estamos intentando.
  5. Nunca cambiemos un hábito por lo que digan los demás o por moda, cambiemos si realmente queremos cambiar, porque si no estamos seguros de querer cambiar, a las primeras dificultades nos vamos a desanimar, debemos tener muy bien definidas las razones por las cuales queremos cambiar.

Ustedes se preguntarán por qué el nombre APRENDIENDO A VIVIR SIN AZÚCAR, la razón es porque para mí, aún es un hábito que estoy formando, he cambiado totalmente mi forma de comer, gracias a Dios me cure, aprendí a comer de manera saludable, sin embargo aún sigo aprendiendo…

¿Alguno de ustedes está pasando un proceso igual?

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